Tenías a ciento de chicas donde poder elegir, yo me veía sin oportunidad alguna, pero un choque un perdón y nuestras miradas se cruzaron, nuestras manos se tocaron, y sonrisas que nacieron cono ese roce. Mil momentos vividos, momentos en los que nos arrancábamos la ropa, donde los silencios no eran incómodos, donde la felicidad rebosaba y viaja por nuestros poros. Me enseñaste a querer, a amar, a pasarme las noches en vela, me enseñaste a abrazarte con tal fuerza que me dolieran hasta los brazos, convertiste tus labios en mi vicio. Hiciste que me encantará dar vueltas en tu cama, en besarte cada parte de tu cuerpo, en soñarte, en desearte cada momento más y más. Convertiste en mi vida con una nariz de payaso que me alegraba cada día. Aprendí en no dejarte solo ni de noche ni de día, aprendí a encontrarte en las sabanas de mi cama. Me enseñaste que los latidos de mi corazón hacían una canción de Rock al acercarte, que se acabaron las cursiladas, que prefería pasar el día en tu cama, que estar contando estrellas.
Fuimos claros el uno con el otro, vivimos lo que nadie vivió, somos felices por nuestra propia vida. Somos felices por pasar tres segundos juntos y pensar el uno en el otro tres horas, por echarnos de menos cuando estamos a un metro de distancia, por modernos el labio por cada beso que no nos hemos dado.
Descubrí la parada de tus lunares, tus cosquillas en los pies, y que cuando te enfadas contornas las cejas.
Bueno lo que te iba a decir es que, conocí la felicidad, que tu nombre y tus apellidos son mi felicidad, que me llenas de luz la noche más oscura y que el brillo de tus ojos me confunden, pero da igual, te quiero, y te querré por mil vida.
No te quiero por como eres físicamente, si no que te quiero porque me haces feliz, porque desde que te conocí no hay nada de tristeza en mi vida, vivo en una burbuja que son tus brazos quienes me rodean.
Gracias por despertar en mi lo que nunca antes había hecho.
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