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jueves, 15 de septiembre de 2016

Mi siempre,
mi ida y retorno
con los labios rojos dibujados,
ideas nubladas
y pasiones tatuadas.
Sus pupilas gritaban auxilio,
mientras que sus manos se ataban
                                             se agarraban al dolor.
Su mente encarcelaba a su alma,
era presa de su propio cuerpo
cuando la oscuridad marcaba sus pasos.
Caminaba pérdida,
e intentaba no tocar al suelo,
pero no ansiaba el cielo.
No quería quemar sus alas,
ni aprender a volar con los ojos cerrados.
Eran dos en un espacio,
dos copias que chocaban
y sólo hacían ruido.
Chillidos que hacía eco
y nublaban la vista,
cuando intentaba perder el norte
para encontrar su sur.