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lunes, 6 de mayo de 2019

Ruinas y Sangre

Yo fui pequeña. Hormiga quizás. Luciérnaga en las noches más sombrías. La niña de las flores que creció en un jardín donde las regaba hasta pudrirlas. Las regaba y las aplastaba. Las mataba. Y ahora solo las dibuja para que permanezcan vivas.

Me llené de ruinas. ¿Sabes cómo? Dejándome romper. No conozco otra forma de vivir que siendo esto. Mírame. ¿Ves todo eso que escondo? Fueron veinte universos llenos de soles que bombardearon manos ajenas. Las luces chocaron entre sí, parecían cohetes. Todo el mundo estaba boquiabierto. Era un espectáculo, pero después de la explosión vino el silencio y la oscuridad.

Un pueblo en silencio donde las farolas no funcionan —ni parpadean—, y las personas usan velas para irse a otro cuerpo. Van de puntillas, no quieren despertarme. Pero hacen ruido sus corazones al latir. Y yo siempre me anticipo a su ida.

Me dejaron sola.
Me besaron el cuello.
Me quisieron.
Me soltaron la mano.
Me llenaron de moratones el corazón.

Ahora solo respiro cuando lo recuerdo.
Ahora tiemblo hasta soñando.
Ahora por la mañana temprano tengo miedo.
Ahora quiero arder para sentir como pasa el tiempo.
Ahora me busco en los demás.

Soy un muro en ruinas que nadie recuerda que fue antes. Ni yo recuerdo que fui. No me recuerdo. Solo sé que camino llorando. Esparzo sangre por mi propia jaula. Me he acostumbrado a la tristeza y solo abrazo al dolor más fuerte porque mírame, no conozco otra forma de vivir.

Mírame, soy yo la que se encierra porque su hogar es la soledad. El cuerpo triste. Las cenizas de lo que pudo haber llegado a ser. El pelo alborotado. La mirada perdida. La sonrisa siempre torcida.

Solo sobrevivo.

Ruinas y Sangre.

Un recuerdo. Un cuerpo. Un quizás.

Un órgano. Un minuto. Un terremoto.

Veinte universos en extinción.

La ciega ahora soy yo
porque yo ya  no sé sentir.

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