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25 de marzo

Otro día más en el que me miro en el espejo y no sé ni a quien veo. Voy girando lentamente mientras que me observo en cada uno de los ángulos en los que me pueda apreciar; veo una chica de estatura media, con unos ojos pequeños marrones siempre delineados, unos labios gruesos pálidos. No entiendo la manía que tengo de ir siempre despeinada y con carmín rojo. No me quedan bien las gafas de pasta pero aún así me las pongo a diario – Tengo miedo de sacarme un ojo poniéndome una lentilla- . Tampoco es que destaque mucho mi forma de vestir, siempre igual, un vaquero, camiseta de manga corta ancha y las primeras deportivas que encuentro.
Tengo la manía de llegar a clase cuando el profesor ya ha empezado a dar la lección; y cuando quedo para cenar siempre llego tarde a los entrantes. Siempre me trabo al hablar sino tengo confianza, me suelo callar cada uno de mis sentimientos, me suelo romper y arreglar yo sola –parezco un mecánico del alma-. Suelo perdonar aunque no olvide y eso hace que me coma por dentro. Suelo creerme las mentiras aunque duelan y ayudar a que esas mentiras sean más creíbles. No confío en mí, confío en todos y todos siempre decepcionan. Soy insegura, vivo en un constante “quizás” que me lleva por el camino de la amargura. Suelo perder a personas y luego arrepentirme de ello, suelo echar de menos a cada persona que ha pasado por mi vida en pequeños momentos puntuales de mi día a día.
Hoy bajaba a la parada del autobús como siempre con la música reventándome los tímpanos y con las gafas de sol que me tapan las ojeras que aumentan por noche que pasa. Hoy hacía más frio de lo normal, pero no me importaba. Me monté en el autobús, como siempre aprovechando el asiento vacío del final  y saqué mi libro de la mochila y me puse a leer. Como siempre elegí un libro que no me creo ni yo que eso pueda pasar – nadie llega para quedarse para siempre- . El autobús va llenándose en cada parada y solo encuentro miradas fijas al móvil o miradas de reojo, parece que es malo mirar fijamente a alguien.
El autobús llegó a la universidad, parece que todos vamos al matadero,  todos solos y de uno en uno –alguna pareja rezagada se encuentra y se besa- . Es extraño llegar a clase, sentarse y sentirse incómodo. Es raro como gente se saluda con afecto mientras que tú te aferras al móvil mirando con desgana las redes sociales –Echo de menos conversaciones de verdad- . Me pasé las siguientes cuatro horas intentando mantener la mente en blanco, haciéndome creer que me enteraba de algo de lo que se explicaba y garabateando en un folio en blanco.
Cada vez que cojo el autobús es la misma situación, el mismo sitio, solo que hay algunas caras nuevas y puede que tenga un libro diferente, pero por lo demás es completamente igual. Vivo una vida llena de monotonía, nada cambia y todo avanza a un ritmo lento. Tengo ganas de tener treinta años, saber todo lo que he conseguido –Puede que no sea nada- y en qué me he llagado a convertir. Puede que viva en un pequeño apartamento de una habitación y una librería que ocupe cada centímetro de la pared, puede que ese pequeño apartamento haya margaritas encima de la mesa del comedor y este en una céntrica calle del casco antiguo de una conocida ciudad.
Soy soñadora, imagino tanto mi futuro que cada vez se idealiza más y más inalcanzable es. Solía ser enamoradiza, no me costaba querer a las personas pero creo que fueron las heridas y el miedo – o eso me dicen-  lo que han hecho que deje el amor para los libros y me vuelva cada vez más fría, tan fría que me quema ser así. Hubo una época hasta en la que me quería, me gustaba ser quien era, no tenía ningún tipo de complejo y si lo tenía no le daba la mínima importancia, aunque las demás niñas sí me encontrarán más defectos, yo era feliz – Así era yo con cinco años-, ahora me planteo que sí tenían razón, que yo era quien se equivocaba y no ellas. Actualmente tengo una visión muy pesimista de mí, me odio como nunca querré a nadie pero aún así no me considero mala persona, me considero algo subnormal pero poco más. La verdad siempre he intentado querer a quienes me quieren y no odiar a los que me odian; me gusta ver feliz a las personas que me importan y siempre actúo como actuarían conmigo. Puede que por esto me lleve tantas decepciones porque llega el momento en el que te das cuenta que ellos no harán lo que le gustarían que le hiciese –en ese momento crees menos en la sociedad y en ellos- y por cada día que pasa el egoísmo de una persona crece.
Llegué a casa, como siempre no llevaba las llaves y toque el timbre. Mi madre abrió la puerta con el delantal puesto y mi plato ya estaba puesto encima de la mesa. Siempre  todos comemos juntos y hablábamos de cómo nos había ido el día a cada uno. Mi hermana pequeña se queja de los deberes que tiene que hacer, mi madre de que la casa está patas arriba, mi padre del trabajo y el perro de vez en cuando emite un ladrido. En realidad, me resulta extraño no tener  a mi hermana mayor en la mesa y eso que hace unos tres años que se casó y se fue. Somos una familia bastante unida, no hay muchos secretos entre nosotros y donde esté uno, estará el otro. Quiero a mi familia; y ellos, creo que me quieren a mí. No solemos mostrar nuestros sentimientos pero nosotros nos entendemos. Creo que nosotros tenemos la suerte de elegir a quien queremos tener cerca y a quién debemos darle nuestro tiempo, pero a la familia no, naces impuesto en un grupo de personas que te quiere nada más nacer y tú los quieres a ellos de forma incondicional –No hay otro amor más puro-.
Siempre termino encerrándome en mi cuarto. Soy algo antisocial aunque no me gusta estar sola. Me cuesta mostrarme cómo soy y no me gustan los desconocidos pero siempre quiero tener gente a mi lado. La verdad que no sé si tengo los mejores amigos o no, tengo amigos; una está lejos pero es como si estuviera a mi lado cada vez que la necesito –Skype hace milagros-; por otro lado, está mi alma gemela, mi copia en otro cuerpo, nos leemos la mente con una sola mirada –la convivencia nos hace ser una-; luego tengo al cercano que se distancia y echa las culpas a los kilómetros que no son más de treinta; y por último, tengo a la amiga con la que no me hablo pero que ambas sabemos que estamos una para otra, pero lo bueno siempre se rejunta, y eso hacemos juntarnos y querernos –siempre la misma historia, siempre un comienzo que no vivió un final-. Creo que ellos son los que más presentes tengo, pero también tengo amigos que me escuchan e intentan entenderme, otros que viven su vida pero no dudan en irse de fiesta conmigo y luego están los que me paso la vida peleándome y arreglándome –No   se me dan bien las relaciones-.
En realidad, creo que soy fácil de olvidar o de sustituir. He sido objeto de entretenimiento, he sido una ayuda para superar y olvidar, me han remplazado o simplemente me han dejado. He querido de verdad y se han ido con otra persona -no hay mayor dolor que ese- , me han ilusionado  para hacerme daño o no correspondían. También me han querido y yo he querido pero nada funcionaba; y me han llegado a querer y he sentido impotencia por no querer igual. He hecho daño cuando no quería y espero que también me hayan hecho daño sin querer. Y aún me explico porque me acuerdo de cada una de esas personas y como he perdonado el daño que me han hecho alguna de ellas. Supongo que todo esto haya hecho que sea como soy: cada día más fría, con una coraza que no deja a nadie pasar y temerosa de que le vuelvan a hacer daño.
Como siempre me puse a leer tirada en la cama, con los pies en la pared y los cascos puestos. Suelo escuchar música estridente y leer libros que hablan de corazones rotos. Creo que tengo una debilidad por los corazones rotos, creo que son los únicos que podrán querer de verdad. Suelo enamorarme de lo que me hará daño y renuncio a lo fácil, a lo simple y a lo que me haría feliz de cualquier forma –supongo que soy amante del dolor- . Me decepciono fácilmente y olvido despacio. Me mata querer cuando me han olvidado, odio soñar con algo que ya acabó. He visto como me han dejado sola, como me han dejado convertirme en hielo y nadie ha intentado evitarlo.
Siempre me he planeado querer de una forma loca e intensa pero eso no es algo que se plantea, sólo surge. Pero nunca surge, nadie me echa de menos y eso llega a ser relativamente triste. Todos necesitamos sentirnos necesarios –o al menos yo- y todos necesitamos a alguien; vivimos en una dependencia eterna, vivimos atados a una persona independientemente de que nos quiera o no –o yo al menos sí-.
Empezó a oscurecer y me empezaba a ahogar en mis propias emociones. Tengo una libreta que suelo llevar conmigo, creo que con ella he pagado mis mayores furias y desengaños; En ella también están mis poemas favoritos y cada plan de futuro con su pro y su contra. Ya voy necesitando una nueva, demasiadas emociones contradictorias tiene ya.
Me gusta ducharme con el agua ardiendo ya sea verano o invierno, para mí no hay mejor sensación que sentir como el agua cae y me moja poco a poco. Puedo pasarme horas en la ducha con la música puesta cantando para mis adentros. En la ducha suelo sentirme algo más libre de lo normal, me relaja, me gusta llorar mientras que el agua cae sobre mi cuerpo y pensar. Pienso que tarde o temprano todo el mundo me terminará decepcionando. Nadie valora el tiempo que les llegas a dedicar o todo que eres capaz de perdonar y olvidar por alguien que quieres. Me he llegado a rodear de personas egoístas que han preferido perderme cuando les he dado todo y más, personas que no se han dado cuenta de cuantas veces me he perjudicado por ellas y como aún así le he ofrecido una mano para ayudarles cuando no tenían a nadie.
He estado sola con la sensación de abandono cuando más necesitaba en alguien. He tenido momentos donde todo me superaba y podía conmigo; me he pasado días a oscuras  planteándome como seguir adelante, esperando que alguien llegase y me diese un simple abrazo sin preguntas, pero nadie aparecía. Quiero pensar que no todo el mundo tiene la capacidad de ayudar a los demás y soy imán para ese tipo de personas. También puede ser que yo tampoco estuviese cuando me necesitarán, que defraudará e hiciese daño, pero de cada error que cometí, me arrepiento. Evito hacer el daño que me hicieron a mí, y así me encuentro, viendo como todo sigue su rumbo y yo sigo igual.
Mi hermana pequeña ya me estaba dando voces de que la cena estaba lista, baje con el pijama puesto y el pelo mojado. Solemos cenar las dos solas, mis padres suelen cenar más temprano que nosotras. Siempre cenamos viendo la televisión y peleando porque canal vemos. Yo parezco la niña pequeña que no madura, que no cambia, que sigue viendo los dibujos animados a todas horas pero bueno, no puedo forzar lo que hay. Echo de menos vivir sin preocupaciones y odio vivir con regomellos constantes. Todo era demasiado fácil cuando solo debía de jugar con plastilina.
Me gusta ver películas por las noches y no me importa si se me hace de madrugada. La verdad que los libros, el cine, la música y la fotografía es lo único que me hace desconectar y no hace que me destruya a mi misma o sí. La verdad que no lo sé, esto es demasiado extraño para mí porque hay demasiados momentos en los que no sé ni quién soy, ni quien quiero ser y menos quien llegaré ser.

Suelo dormirme después de haber dado muchas vueltas en la cama, no concilio fácil el sueño últimamente y hoy me costaba el doble. No suelo recordar mis sueños y estos suelen ser bastante extraños, pero no importa porque no son reales. No es tan real como esto, como soy realmente soy, y el manojo de inseguridades y miedos que me he llegado a convertir con los años. 

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