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domingo, 4 de junio de 2017

Compañera II

Le dediqué un poema a mi mejor amiga,
le dije que no la quería ya
que la echaría de menos
y que dos veces a la semana la llamaría
porque necesitaría de ella,

Le grité que se fuera
que no se quedase conmigo
mientras que leo
o mientras busco la salida de mi infierno.

Me despedí,
y le di las gracias por cada día
por cada vez que me miraba en silencio
por cada susurro en mitad de la noche,
pero ya no la quería
no quería una respiración en mi espalda.

Le pedí que no volviese,
pero hoy ha vuelto,
se ha vuelto a sentar a mi lado.
Está escuchando como lloro,
pero no me consuela.

Sólo me mira.

Le pido ayuda.

Y no hace ni una mueca.

Ha vuelto,
me sigo sintiendo sola.
Es como un apagón,
un socavón,
un seísmo,
un grito en silencio.

Salgo corriendo
y doy un portazo.

Creo que la he encerrado con todos mis miedos,
que soy libre,
pero tengo frio.

Sigue en mi espalda,
no me deja sola,
ella siempre está cuando el dolor está brotando.

La miro,
intento encontrar una explicación
¿por qué?
¿Por qué siempre estás?

Mi soledad sólo se encogió de hombros
y yo la sentí más que nunca,

Hay un corazón roto

Hay un corazón roto
que late con el segundero del reloj
—tick-tack—
Que se para en seco a las en punto
y revive a las doce y un minuto. 

Hay un corazón roto
que no bombea,
que no golpea un pecho,
que no siente,
y sólo es un músculo.

Hay un corazón roto
que ya no está
que ni siente
ni padece
que tiene oscuridad en sus arterias
y sólo el odio viaja por sus tejidos.

Hay un corazón roto
que llora siempre que se despierta.
Llama a las oscuras golondrinas
para que le saquen los ojos,
porque no quiere ver el infierno
no puede soñar cuando sólo conoce las pesadillas.

Hay un corazón roto
que late con el segundero del reloj
—tick-tack—
pero que está esperando a su muerte.
Algún día
todo será una explosión
de sangre mezclada con ilusión.

Hay un corazón roto
que sólo espera una pena más
para detonar.