A veces le otorgamos nuestro dolor a alguien por no sentir lo mismo que nosotros.
Le culpamos de un sentimiento que no tiene pensando que no nos ha valorado o que no ve cada acción cometida por él. Vivimos en un mundo de ilusiones creadas por uno mismo que nos rompen al choque con la realidad. Nos engañamos y culpamos aleatoriamente.
Nos cerramos a un dolor creado a partir de nuestros propios sentimientos, un dolor creado por nosotros mismos de una forma cegadora.