.

.

viernes, 1 de mayo de 2015

-

Deslicé lentamente mis dedos por su columna vertebral dibujando un arco perfectamente lineado de abajo a arriba. Acaricié los tres lunares de su hombro derecho, noté como su vello se erizaba cuando mi respiración se aceleraba mientras me acercaba a su cuello. Rocé con los labios su cuello y noté como se estremeció acto seguido.
Aún recuerdo nuestra primera noche juntos. No recuerdo si fuimos movidos por la atracción y la lujuria o por la cantidad de alcohol que llevábamos en vena. Esa noche no podíamos parar de besarnos para desnudarnos. Terminó rompiéndome la cremallera de la falda ajustada y quitando con desesperación los peluches de mi cama. Cómo se nota que en esa época eramos unos simples adolescentes que vivían con sus padres y se dejaban llevar por las ganas. Nos dejamos llevar tanto por las ganas que no nos dimos cuenta de que mis padres acababan de llegar a mi casa hasta que no empezaron a vocear mi nombre. Acto seguido todo el calor desapareció, terminé escondiéndolo debajo de mi cama y vistiéndome como alma que lleva el diablo. Así fue nuestra primera noche juntos, el durmiendo debajo de mi cama y temiendo que nos descubrieran. 
La verdad que ese día estaba al borde de la taquicardia pero ahora, cinco años después, creo que es lo mejor que me paso en mi vida. Llega el momento en el que te das cuenta que necesitas a alguien de una manera intensa y pura, que te da igual fallar o equivocarte si tienes a alguien que te apoyen o que te deja de importar cometer errores si él los comete contigo. Te das cuenta que la intensidad con la que se deseaban dos simples adolescentes sigue presente, y que cada beso es más cercano al anterior y que cada 'te quiero' es más real que el último.

No hay comentarios:

Publicar un comentario