.

.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Atardece a las seis

Siento que lloras
y en mi hombro no descansas.
No te rodeo con mis brazos
ni te seco los mares de tus ojos.

El susurro del viento
me avisa
de que respiras ahogado
y no te estoy besando.

No suena nuestra canción en cada bar.
Las cervezas ahora brindan solas
y los mapas
que dibujé
con tus huellas
no me guían.

Te espero
en cada poema
que no firma tu nombre,
y pido que vuelvas
a este descampado
o a esta calle sin salida
donde siempre atardece a las seis.

Adiós es sólo una palabra
de la que puedes volver
con los ojos cerrados
y los pies atados.

Me siento
en vísperas de la nada
con un bote de cristal
lleno de primavera,
y arrugo una nota entre los dedos
que te repite que aquí estoy
esperando a que vuelvas a brotar.