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sábado, 30 de marzo de 2019

Pequeña B.

Un día dejé de sentir. Fue muy extraño porque no era capaz de llorar y gritar. El pecho simplemente latía. Bombardeaba sangre. No había nada dentro de él. No existía el escalofrío. No había nada. La mente no pensaba, era un folio en blanco. La mirada se perdía hacia el mundo. No veía el color. No notaba que las calles cambiaban que el sol iba y venía. No sentía. No me sentía yo, pero respiraba tranquila. Simplemente, esperaba que el mundo siguiera girando y a mí me dejase en mi sitio. Pero no era yo. 


No tenía palabras que escribir —No había nada que decir—. No encontraba el modo de poder decir que un huracán arrasó conmigo. Que estaba en ruinas y desorientada porque me había abandonado. Y es que me despedí de mí, me abracé fuerte, le dije que no volviese y solo le hice caso. Encarcelé mis lágrimas. Miré fijamente mis cicatrices hasta que se volvieron a enterrar dentro de la piel. Soplé el universo que había en mi mente para que solo estuviese el color blanco en mí. 


Dejé de leer. 

Dejé de escribir.

Dejé de dibujar.


Y un día me eche de menos. Un día sentí la nostalgía y la melancolía de la pequeña B —te eché tanto de menos—. Porque fuiste fuerte hasta derrumbarte. Hasta que el mundo estalló encima de tu cabeza. Porque rompias a llorar y nadie escuchaba tus sollozos. Que recordabas tan fuerte que casi podías tocar. Que veías el paso de la primavera en las flores. Eché tanto de menos a la pequeña B que me obsesioné con ella. 


Releí libretas viejas. Pasaba los dedos por los dibujos y recordaba en qué pensaba cuando los hice. Los viejos poemas no parecían mios. Ellos vibraban. Yo solo latía con el corazón. Entonces, hablé con Mamá y dijo: "Estamos tan acostumbrados al dolor que ya no nos duele".


Y fue ahí cuando dolió porque solo estaba dormido, pero el siempre había estado conmigo.Entonces, entendí que tenía que despedirme de la Pequeña B. Tenía que crecer. Tenía que abrazarme. Tenía que dejar de escribir. Tenía que alejarme de mí para sobrevivir. Para comenzar a reconstruir todas mis piezas hasta crear una nueva B. 


Después de más de un año, pequeña B, he vuelto a escribir, a dibujar. A fijarme en los colores del mar. Ahora todo duele un poco menos. Tú has crecido. Yo he crecido. Solo nos falta echar raíces en el mundo para seguir creciendo.

domingo, 24 de marzo de 2019

Te has ido, pero no del todo.

Te has ido, pero no del todo.
Tu voz está en la esquina de la habitación dándome todas las buenas noches antes de que yo caiga en el sueño profundo dónde te toco y me acaricias.
Tu respiración descansa al otro lado de la cama, y aún la siento en mi espalda.
La escucho.
La siento.
La combino con la mía.
Siento que latimos a la vez.
El "nosotros" ha muerto, pero seguimos vivos. Caminamos difusos por la tierra. Más perdidos que nadie. Más enamorados que nunca. Más alocados que los que llevan una camisa de fuerza. Más nosotros sin agarrarnos las manos. Nos conocemos y nadie nos conocerá igual.

Nadie verá que este vestido no solo esconde lunares sino que también tiene grietas, un par de huesos rotos, alguna cicatriz que aún sangra cuando el cielo se nubla y se cierra cuando comienza la tormenta.
Tú te has ido, y me has querido como nadie.
Yo me he ido, y te echo tanto de menos que conseguí parar el tiempo.

Volví a las puestas de sol. El mar sigue siendo el mismo, pero yo no. La tierra suele quemar igual en el mes de agosto, pero tus pies no salen corriendo al agua. Las olas te echan de menos. Ahora me expulsan cada vez que intento adentrarme en ellas. Le he explicado al agua que aunque no dormimos juntos, aún nos queremos —uno al otro— cómo así lo dijimos.

Porque una noche prometimos querernos, cuidarnos, necesitarnos aunque uno de los dos se fuese. Y así es. Nos seguimos queriendo, nos cuidamos aunque llevamos meses sin mirarnos, nos necesitamos con el primer café de la mañana, con el beso de buenos días y con la melodía de dos cuerpos desnudos amándose.

Te has ido, pero no del todo.
Nunca te irás del todo.
Siempre habrá un trozo de ti conmigo y siempre habrá un trozo de mí contigo.
Porque juntos aprendimos a amar.
Porque hemos crecido juntos.
Porque no somos uno, somos dos personas que un día el mundo puso fin y ahora, se quieren pero viven echándose de menos porque nadie se va del todo si un día te enseña que el amor no es solamente abrazarse desnudos, sino que es juntar dos universos que intenta crear una pequeña galaxia que los una.