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domingo, 4 de agosto de 2019

Polilla

Quería que fueras casa.
Que te abrieras por las costillas
y yo me encajase a tu pecho.
Dormir dentro de ti,
soñar con el latido de tu corazón
y respirar al compás de tus pulmones.
Quería llamarte "hogar"
aunque me siguiera clavando cristales
pudriéndome el intestino
siendo más oscura que el tizón
y más ceniza que los recuerdos.
Te besaba la boca
y tus labios se volvían flores,
tus piernas dos troncos donde sostenerme
y tus brazos donde balancearme.
(Solo quería bailar, pero me caía de rodillas)
Era una polilla marrón que iba hacía la luz.
Todos iban a matarla
y no la admiraban como a las libélulas
aunque en sus alas tuviera margaritas dibujadas.
Quería llamarte refugio
para cuando la tormenta se ahogase en el mar
o para cuando mis libros acabasen destruidos
por el infierno
y no me quedasen letras
ni palabras
ni sueños.
Ojalá nuestros libros juntos
acumulando polvo en la estantería
y las ventanas de la casa abiertas en invierno
para que entrara el frío
y las ganas de darnos calor.
Yo durmiendo junto a ti
dejando de ser veneno
y empezando a respirar oxígeno
y no azufre.