.

.

domingo, 4 de agosto de 2019

Polilla

Quería que fueras casa.
Que te abrieras por las costillas
y yo me encajase a tu pecho.
Dormir dentro de ti,
soñar con el latido de tu corazón
y respirar al compás de tus pulmones.
Quería llamarte "hogar"
aunque me siguiera clavando cristales
pudriéndome el intestino
siendo más oscura que el tizón
y más ceniza que los recuerdos.
Te besaba la boca
y tus labios se volvían flores,
tus piernas dos troncos donde sostenerme
y tus brazos donde balancearme.
(Solo quería bailar, pero me caía de rodillas)
Era una polilla marrón que iba hacía la luz.
Todos iban a matarla
y no la admiraban como a las libélulas
aunque en sus alas tuviera margaritas dibujadas.
Quería llamarte refugio
para cuando la tormenta se ahogase en el mar
o para cuando mis libros acabasen destruidos
por el infierno
y no me quedasen letras
ni palabras
ni sueños.
Ojalá nuestros libros juntos
acumulando polvo en la estantería
y las ventanas de la casa abiertas en invierno
para que entrara el frío
y las ganas de darnos calor.
Yo durmiendo junto a ti
dejando de ser veneno
y empezando a respirar oxígeno
y no azufre.

lunes, 8 de julio de 2019

Ha vuelto

Ha vuelto
y he temblado como la primera noche
que pasamos juntos.
He sentido que la vida
volvía
y yo bailaba descalza entre cristales,
pero mis pies no sangraban,
ellos rompían
y deshacían los deshechos
del dolor.
Me vi envuelta en el mar
y mi cuerpo giraba con los remolinos
y ascendía cuando subía la marea.
Me vi en las burbujas,
en el fondo oscuro que se quedaba en mis pies
en el las piedras que brillaban
en la luna reflejada.
Ha vuelto
y he sentido el mismo terremoto en el pecho
como en el primer beso
que nos dimos
en mitad de todo el murmullo.
Mi pelo alborotado,
los rizos al aire
el calor en los poros,
las manos llenas de arena
y he sonreído
como la primera vez que escuchamos
el mar juntos.

Ha vuelto
como cuando visitas a tu psicólogo
una vez al mes,
para encontrar la paz
y a mí derrumbarme los cimientos.
Ha vuelto,
pero ambos sabemos
que la única que se quedará seré yo.
Ha vuelto,
y me he mirado al espejo
y vi a esa falsa felicidad
que provoca el falso amor.
Ha vuelto
y por primera vez
he entendido
que el amor es no marcharse nunca.

lunes, 1 de julio de 2019

Le besé más fuerte

El día que me di cuenta que ya no le quería, le besé más fuerte y lloré como si el universo se hubiese derrumbado. Me miré las manos y las vi vacías. No había nada. Solo un pulso más leve y un corazón triste.
Vi las maletas en su cuarto, los libros recogidos, la estantería vacía, y yo había hecho la mudanza de mi corazón. Guardé en viejas cajas de cartón todos los planes que quise realizar juntos. Pero ya no. Recuerdo que ese día vimos el mar por última vez y nos dimos la mano. Ambos sabíamos que era una despedida, pero ninguno dijo "adiós".
¿Y ahora a quién voy a volver a querer? .
¿Quién va a llamarme Arte al desnudarme?
¿Cómo voy a sentirme eterna?
¿Por qué me siento tan vacía desde que no te quiero?
Repetías que era todo dolor y que tú solo podías besarme las heridas, pero acababas entre mis piernas como quien busca un salvavidas. Pero el dolor seguía. El llanto aumentaba. Yo más rota. Tú queriéndome hasta volverme hielo. Un cristal quebrado. Un cuerpo que entrelaza con sus piernas a la explosión final. Un sueño que siempre acaba en pesadilla.
Lloré tanto el día que entendí que ya no te quería.
Me recorrí la ciudad buscando el amor en mitad de la noche.
Pero ya no.
No, mi cielo, ya no.
Yo ya estoy en otras calles buscando otro rumbo.
Miro otras orillas.
Me pierdo entre los naranjos de la montaña.
Te besé más fuerte que nunca y lloré porque sabía que esta vez si era una despedida.

domingo, 16 de junio de 2019

Me dijo que escribiese sobre él

(Me dijo que escribiese sobre él. Me reí y le dije que eso tenía que ganárselo. Ahora tengo medio poema en las manos y él no está).

Cuando vuelves a casa y los pasos son cortos,
pero te acompaña la música, el asfalto vacío 
y el silencio.

Cuando sabes que el cuerpo echa de menos el mar,
aquel mar que brotaba de nuestras miradas 
y soportaba todas las veces que brindábamos por nosotros.

Los cuerpos llenos de arena,
las manos unidas,
el beso en la orilla
las puestas de sol mientras 
que cantábamos.

Todo tenía sentido.  

Ojeé tus libros
como te contaba las costillas en la cama,
con las manos suaves
y el amor entre los dedos. 

Tuvimos la ciudad en nuestros pies.
El frío en el cuerpo.
Viente maneras de recorrer el mundo.
Sueños fugaces,
La casualidad de nuestra parte.
La cerveza en las venas.
Las ganas en nuestros poros.
Una balada de rock and roll en el corazón. 
Nos tuvimos
como nunca hubiéramos imaginado. 

Porque nada más vernos,
nos abrazamos como si nos hubiéramos conocido
en otras vidas. 

Sin embargo, el miedo de dormir juntos,
los temores del amor,
el corazón sanándose,
las heridas aún sangrando,
nos hicieron despedirnos,
sin querer (queriendo). 

lunes, 3 de junio de 2019

Amar es una palabra

Amar es aprender a abrazar al frío. Agarrar la piedra que tenemos por corazón, apretarla y romperla, trocearla hasta hacerla arena. Sentir que te descompones, te agrietas y te vacías para que el viento ocupe tu organismo y solo sentir remolinos por dentro.

Es conocer a la soledad. Sentarte con ella y buscar cosas que os gusten a los dos, pasar todo el tiempo posible juntos hasta poder reconocerte en los ojos verdes. Que la soledad sea tu mejor compañera en los días soleados. Pasar los días, sacarla al exterior, caminar por el mar agarrados de la mano y sentirte totalmente feliz mientras que las olas alcanzan tus pies.

Amar es entender que la tristeza viene cuando no la quieres. Que se queda. Que te besa la mejilla todas las noches, te arropa, te canta una nana y te acuna hasta que te quedas dormido. La tristeza viene y no sabes porqué, pero ahí está y aprendes a pervivir con ella. Le dejas el auricular derecho para que escuche la misma canción que tú. Compartís las hojas de la libreta dónde te dejas el alma y el bolígrafo medio gastado.

Amar es pasar por todas las estaciones del año. Sentir el frío en verano, el calor axfisiante en pleno mes de enero. Es ver como las flores germinan en otoño y mueren en primavera. El amor es sentir. Es quedarse con uno mismo y curarse.

Amar es vivir.
Amar es crecer.
Amar es una palabra.
Amar ya no es nada.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Noche

Siento que no pertenezco a ningún sitio. Y mi cuerpo llora sangre por la pena de echar raíces donde no le corresponde. Mi hogar me come por el corazón (lo agarra con las manos, lo abraza, lo pega a su pecho como un falso amigo que luego devora hasta tintarse la boca de rojo)  y los sueños me los abanico para que vuelen fuera de mi jaula, que no es otra que mi mente. Mi propio pensamiento me retiene y yo ya no sé cómo debo de batir las alas. No sé si huir es de cobardes, si marcharme es perseguirme y llegar a encontrarme.

Dar veinte portazos y llenarme del fuego que se esconde entre las líneas de mis manos. Ver cómo arde mi palacio de cristal, quemar mis libros, arrancar hoja por hoja de mí letras.

Destruirme porque quiero verme nacer de mi propio yo. Salir de mí. Romper mis guillotinos. Dejar de sonar tan amarga. Amar la soledad. Encontrar paz. Currarme.

Soy el trozo de carne más cobarde que respira, pero es que solo estoy rota. Solo soy grietas pegadas como un mal puzzle donde los sentimientos se escapan entre mis quiebras.

Soy un aeropuerto que colecciona despedidas, donde solo se dan viajes de ida y no conoce los recuentos. No conozco medidas. No sé cuántos océanos tengo que cruzar ni cuántas flores tengo que arrancar por el camino.

Mírame.
Solo soy dolor.
Estoy podrida por dentro.
No dejo de dudar.
Me escondo en la oscuridad.
Me quedo a vivir dos días más allí.
Ya me encontraré
cuando la luna tenga algún reflejo sobre mí.

miércoles, 15 de mayo de 2019

El jardín donde me crié

El jardín donde me crié,
donde plantaba flores,
me manchaba las manos de tierra,
cogía margaritas
hacía pequeños ramos coloridos
ha empezado a secarse.
Están todas las flores marchitas
ya no hay nadie que las riegue
y la casa está vacía.

Ese jardín donde me pinché con el rosal, 
donde aprendí a jugar a las cartas con el abuelo
donde la abuela me enseñó a coger unas agujas
y hacerme pequeñas pulseras de hilo
se está muriendo. 

La mesa y las sillas donde me sentaba a hacer los deberes
no están.
La puerta está cerrada.
El rosal rojo se arrancó.
Los claveles se pudrieron.
Las margaritas solo descansan en mi piel.
Ya no pregunto cómo se llama esa flor de color morado. 
Ya no hay nadie que las riegue. 

Ahora todo es más frío
y oscuro.
Abundan el silencio
y no estamos jugando a las muñecas.
Ahora somos mayores
y sabemos lo que significan las despedidas.

No podéis imaginaros cuanto duelen. 

Ahora sabemos que hay cuatro ángeles que se rompen
a tus pies.
Y si los abrazas escucharas como se remueven sus trozos,
pero te abren los brazos
para que descanses 
y duermas en paz. 

Porque después de la vida, solo está la muerte. 
El beso del sueño eterno.
Todo un camino recorrido.
Un suspiro.
Un cuerpo sin aire,
pero que vuelve en sí.
Agoniza.
Y todos se rompen más
porque solo ven huesos
y el reflejo de un cuerpo
de quién fue. 

La vida se consume
como una vela.

Todos lloran
y entrelazan sus manos.
Todos se unen.
Nadie se queda colgando. 
Se abrazan
y te recuerdan que ya has hecho todo lo posible.

Vamos a cuidarnos entre nosotros
como nos cuidaste a todos en el jardín. 


lunes, 6 de mayo de 2019

Ruinas y Sangre

Yo fui pequeña. Hormiga quizás. Luciérnaga en las noches más sombrías. La niña de las flores que creció en un jardín donde las regaba hasta pudrirlas. Las regaba y las aplastaba. Las mataba. Y ahora solo las dibuja para que permanezcan vivas.

Me llené de ruinas. ¿Sabes cómo? Dejándome romper. No conozco otra forma de vivir que siendo esto. Mírame. ¿Ves todo eso que escondo? Fueron veinte universos llenos de soles que bombardearon manos ajenas. Las luces chocaron entre sí, parecían cohetes. Todo el mundo estaba boquiabierto. Era un espectáculo, pero después de la explosión vino el silencio y la oscuridad.

Un pueblo en silencio donde las farolas no funcionan —ni parpadean—, y las personas usan velas para irse a otro cuerpo. Van de puntillas, no quieren despertarme. Pero hacen ruido sus corazones al latir. Y yo siempre me anticipo a su ida.

Me dejaron sola.
Me besaron el cuello.
Me quisieron.
Me soltaron la mano.
Me llenaron de moratones el corazón.

Ahora solo respiro cuando lo recuerdo.
Ahora tiemblo hasta soñando.
Ahora por la mañana temprano tengo miedo.
Ahora quiero arder para sentir como pasa el tiempo.
Ahora me busco en los demás.

Soy un muro en ruinas que nadie recuerda que fue antes. Ni yo recuerdo que fui. No me recuerdo. Solo sé que camino llorando. Esparzo sangre por mi propia jaula. Me he acostumbrado a la tristeza y solo abrazo al dolor más fuerte porque mírame, no conozco otra forma de vivir.

Mírame, soy yo la que se encierra porque su hogar es la soledad. El cuerpo triste. Las cenizas de lo que pudo haber llegado a ser. El pelo alborotado. La mirada perdida. La sonrisa siempre torcida.

Solo sobrevivo.

Ruinas y Sangre.

Un recuerdo. Un cuerpo. Un quizás.

Un órgano. Un minuto. Un terremoto.

Veinte universos en extinción.

La ciega ahora soy yo
porque yo ya  no sé sentir.