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miércoles, 19 de octubre de 2016



Desde que era pequeña vi como con el calor el amor se derretía. No fueron pocas veces las que tuve que consolar corazones rotos en el mes de junio. Amigos lloraban en mi hombro y vi como se lamentaban al cielo azul. Se quejaban que el amor era aliado del invierno, de estar bajo las sabas y de buscar un cuerpo que te diese calor mientras que los cristales de las ventanas se empañaban.
Que manía tenían los corazones ciegos de vivir una época de soltería para poder mirar sin tapujos los cuerpos que salían del mar ¡Cómo si de un escaparate se tratasen! y pasar de boca en boca cuando el alcohol corría por sus venas. Nunca entenderé por qué solo se echa de menos cuando las hojas de los árboles se tiñen de tonos marrones, y cuando cambias las tirantas por la manga corta vuelves a llamar a esos brazos que te quisieron cuando le ponía cubitos al café.
Siempre vi que como la brisa de verano acababa con más relaciones que hurracanes derrumbaban casas. Nunca lo entendí. Jamás comprenderé la necesidad de alejarse de quién quieres cuando tienes más tiempo para conocer su cuerpo.
Desde entonces, el verano siempre será la prueba de fuego. Si aguantas ir de la mano en pleno mes de agosto o dormir abrazados sin aire acondicionado, sabes que ese amor es verdadero y todas las crisis de pareja se superarán porque quién puede con el calor puede con el amor.



(Consecuencias de que te pidan una redacción corta de tema libre) 

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