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miércoles, 6 de junio de 2012

Noche cálida.

La niebla de la noche caía sobre mi espalda desnuda, recuerdos venían a mí mientras que contemplaba tu silueta dormida plácidamente cerca de mi cuerpo desnudo. Me encontraba mirando las estrellas, recordando cada vez que me mordiste el labio inferior, cada vez que me agarrarte con fuerza y me pegaste a ti. Recordé cada mirada de complicidad, cada roce, cada movimiento brusco y sutil a la vez, cada gesto de cariño, los mordiscos en el lóbulo. Cada silencio que se rompía con un 'te quiero', sonrisas, ojos que brillaban más que el sol, ropa que sobra, calor que abunda, sentimientos en flor de piel, dedos que recorren mi espada con un suave paso, que erizan mi piel poco a poco. Labios que busca tu piel, la recorren, necesitan más de ti, necesita demostrarte que te necesitan de verdad.
Pulso que se acelera, corazón que late sin pausa, sabanas que nos separan, cosquillas en los pies y sacan el placer de vivir. Milímetros que nos separan y nos damos cuentan que son demasiados, besos en el cuello que enloquecen, saca lo mejor de ti.
Recuerdos que no se olvidarán con el paso del tiempo, ya que el tiempo se congelo en el instante que mi corazón se desboco, latió con tanta fuerza que paro todo lo que había en ese momento, dejándolo impoluto en nuestras mentes, haciéndolo cargo de cada uno de mis sueños.
Amor que nació a través de una mirada, que nació beso tras beso y pervive en el roce de nuestra piel.

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