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sábado, 20 de mayo de 2017

¿Por qué no nos equivocamos otra vez?

Nos queda vida y muchas piedras con las que tropezarnos, pero ¿por qué no tropezarnos con la que conocemos? Dar un traspié y enterrar los hocicos en el polvo. Polvo en que se convierte nuestros recuerdos, polvos que nos faltan por echarnos. Volver a intentarlo sabiendo que nos estamos equivocando que tenemos la física, la química o el corazón en nuestra contra, pero besarnos por la razón llena de espejos que reflejan nuestros días felices.
Somos un mundo, un universo y no creo que conozcas los siete óceanos que se esconden en mi ombligo, que hay mucha tierra que queda por descubrir y puede, que en mi espalda esté la octava maravilla del mundo y ahora sí puedas ver como se pone el sol en mis mejillas.
Yo soy el único desastre desencadenante de este silencio que cruzan nuestros cuerpos, que el echar de menos está sobrevalorado cuando sólo tienes puñales en el alma y hay veinte dos mil piedras en tu camino y unos cuarenta cuellos más que besar. Pero podemos ser mariposas que aleteen demasiado rápido para crear un huracán, que seamos la guerra y la paz la dejamos para el telediario.
Tenemos derecho a equivocarnos, a caernos de la cuerda bien tensada por la que bailamos. Agarrarnos de nuestros precipicios y soltarnos sin llegar a contar a tres. Huir del otro, pero volver cuando la euforia se manifieste en carcajadas.
Que no me importan cuantos ojos te miren desnudo porque yo te veo, te veo el alma y la rozo cuando soy la equilibrista de tus miedos.
Pinchar nuestros botes salvavidas, quitarnos el cinturón de seguridad cuando a vamos a doscientos veinte por hora, ir a la guerra sin chaleco antibalas y con la pistola descargada. Que podemos jugárnosla siempre al catorce rojo porque la suerte nunca nos ha arropado los días fríos ni el destino nos ha marcado un camino.
Podemos empezar hoy sabiendo que dentro de un año y dos meses nos despediremos sin tener una vuelta atrás, darle la vuelta al reloj de arena y dejar de mirarnos cuando el último grano caiga.
Que nos alejamos, que nos gritamos y nos mordemos la sonrisa del otro.
Podemos equivocarnos.
Debemos equivocarnos otra vez.

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