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domingo, 7 de mayo de 2017

Abatida

Se le enredaban los pies siempre que salía corriendo,
se tropezaba con sus propios pasos
y besaba el suelo.

Estaba abatida
y rota.

La cogieron en volandas
y la llevaron de vuelta a casa
atada en su cama
y todo su pasado la miraba,
la rodeaba.

¿Cómo iba a ser libre si siempre vuelve?
Se sentía como un pájaro azul
con un ala rota
que cuidan
y alimentan,
pero cuando puede volver a volar
lo encierran en su jaula
sólo para escucharle cantar por las mañanas.

Siempre malherida
siempre pensaba que no había camino
al final de la carretera.

Pensaba que su vida
era sentarse y esperar
que el destino pusiese todo en calma.
Sin embargo, no existe mayor paz que un mar embravecido
que un grito a destiempo
o una tormenta eléctrica.

Se siente encarcelada
en su propia vida
y su cuerpo no es más que su propio ataúd.

Quiere despedirse,
pero usan cuerdas de cordura
y la retienen dos días más.

Un tick-tack que la desestabiliza,
un momento de huida,
un adiós que no se dice,
unos ojos que lloran
y un corazón que hoy no late.

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