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jueves, 17 de noviembre de 2016

Me vendé los ojos en el momento que supe que "tú y yo" se congelaría con el paso de la primera helada del invierno. No estaba hecha de despedidas, pero se me encogía el corazón al pensar que entre nosotros habría un "adiós" y sólo nos quedarían miradas de reojo y alguna lágrima al filo de nuestras pupilas. 
Yo no quería irme, pero tenía que soportar el dolor de tu marcha. Que me querías decías mientras que desenredabas tus dedos de los míos. Somos diferentes me repetías, pero no recuerdas cómo encajaban nuestros cuerpos.
No soy chica de despedidas, soy más de verte al día siguiente y besarte como si no te hubiese visto en media década, pero te querías ir y yo no podía retenerte cerca. No sabía que hacer para que usarás mis caderas de salvavidas y sólo quisieras quedarte un día de menos.
Sonreí y fingí que mi estómago ya no revoloteaba.
Sonreí y fingí que no te echaría de menos.
Sonreí y fingí que tu ausencia no me desgastaría el arma.
Pero yo no soy una actriz que actúa bajo los focos de tu mirada cada noche. Yo no puedo decir que me jode que esto se acabé y que no estés cuando se me descosen las heridas.
Lloré y me tragué las ganas de llamarte.
Lloré y al recordar que hay finales inevitables.
Lloré y apreté los labios para ahogar cada sollozo.
Yo no quería despedirme, pero tú ya memorizabas mi cuerpo desnudo mientras que dormía contigo.

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