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viernes, 31 de julio de 2015

"Llevo tu camiseta,estoy metida en nuestra cama intentando seducirte otra noche más"

Recuerdo que se fue poco a poco sin que los dos nos diésemos cuenta. 
Un día se levantó y no hizo café para dos; ahí me di cuenta de que algo iba mal pero intenté arreglarlo con un zumo de naranja. Puede que una señal fuese cuando estaba metida en nuestra cama con su camiseta favorita, despeinada, leyendo y no quisiera arrancarme el tanga de encaje con la boca, sino que se metió en nuestra cama, se acomodó de lado mirando hacia la puerta y apagó la lamparilla de noche. 
Lo noté distante, me sentí invisible y sólo sabía ir detrás preguntando que qué pasaba y obteniendo como respuesta: "Tengo mucho lío en la oficina, es estrés. No te preocupes, cielo" y a recibir un triste beso en la frente. Me terminé acostumbrando a que entre nuestros cuerpos sólo hubiese aire y no el sudor que solíamos encontrar. Intenté seducirle paseándome medio desnuda por nuestro pasillo, dejando la puerta del baño abierta mientras que me duchaba o simplemente le buscaba, pero solo conseguí que me evitara más, que sus manos dejaran de subir por mis caderas.
Nunca pregunté porque se ibas cada día antes y por qué volvía después de la hora de la cena, no me atreví a asumir de que todo estaba colgando de un hilo y que el final de algo que me hizo inmensamente feliz llegaría. 
Estaba completamente atada a él, le amaba y hacía años que dejé de quererle, así que fue una putada el día que me dijo: ''Esto está muerto y yo no puedo más"levantándose de la silla a la vez que le daba un puntapié, sentí que la tierra me tragaba y que el cielo se me venía encima, me empezó a costar respirar y sentía que mis mejillas me ardían. Tenía ganas de gritarle, de decirle que era yo quién moría en silencio por el simple hecho de oler su jodido perfume,pero no hubiera cambiado nada. Me limité a callarme, a repartir los libros de la estantería -se llevó uno mío- y ver como hacía la  maleta. 

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