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jueves, 11 de junio de 2015

Otra noche más se dejó desear.

Otra noche más se dejó desear. Empezó quitándole el pelo del cuello y besándola lentamente mientras que sus labios dibujaban la línea de su clavícula. La respiración de ella se aceleraba mientras que buscaba sus labios, lo besaba sin rozarle y le mordía el labio inferior con una fuerza arrebatadora. Ambos se dejaban llevar por el ardor que sentían, la ropa les estorbaba y sólo buscaban tenerse cerca. Mientras que ella lo buscaba de una forma enloquecedora, él la cogía de la cintura por debajo de su camiseta ancha, la acercaba a sus caderas –cadera contra cadera- , dejaba viajar sus manos hacia sus glúteos y los agarraba con fuerza. Ella no podía contenerse, necesitaba dejar de rozar la tela que le cubría, le quito la camiseta y acarició cada centímetro de su abdomen. Comenzó a rasgar cada centímetro que la camiseta le dejaba, pero él necesitaba más; Se despidió de su camiseta, de su sostén creando en ella una sensación de libertad y a él de deseo. Él volvió a su cuello y empezó a recorrer cada poro hasta su bajo vientre. Ella se mordía el labio y resoplaba levemente. Se deshizo de sus vaqueros ajustados y su culot de encaje negro –Él disfrutaba de ella y ella de él- . Sin reparos él se quitó la única barrera que les quedaba.
Ella sintió cada centímetro de él y él descubrió todo de ella. Ambos se besaban, se mordían, se rasgaban, se escuchaban y se sentían. Sudaban como locos y en cada segundo perdían más la cordura. Actuaban sin desenfreno pidiendo más del uno al otro. El placer llegó a ellos.
Ella se quedó dormida en su hombro, él miraba como dormía. Vio como la respiración de ella era cada vez más calmada y más profunda. Él salió de la cama, se vistió en el silencio de la noche y se fue.

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